domingo, 21 de febrero de 2010

Vivimos tiempos de decadencia: ¿Que podemos hacer nosotros?

Violencia desmedida, corrupción, impunidad, cinismo político, ir contra natura, pérdida de valores, entre otros, son algunos de los males sociales que padecemos en nuestro querido México.

La debilidad que generan éstos se palpa en el temor que percibimos, en la falta de confianza en autoridades, en el deterioro de instituciones públicas y privadas, así como en el desánimo que de manera bastante generalizada manifiesta la gente.

Males que se comentan en el seno familiar, en los centros de trabajo, por internet y hasta en la calle, porque de una u otra manera nos afectan.

También han sido motivo de “debates” políticos, con posiciones diversas, algunas sustentadas, otras muchas oportunistas, pero todas al fin, lejanas a una sociedad que no acaba por asumirse como rectora de su rumbo.

En mi opinión, estos males siguen presentes pese a la transición del régimen autoritario que los incubó (intacto en estados como el nuestro), a una democracia que mayoritariamente los rechaza, pero que no termina de dar los resultados esperados precisamente porque no cuenta con el motor indispensable para ello: el acompañamiento, la evaluación y la expresión clara de la sociedad respecto a lo que quiere.

La transición no fue suficiente para que nuestro entorno cambiara eficazmente ya que los intereses existentes durante el régimen autoritario, buscaron formas para sobrevivir en la naciente democracia y lograron conservar sus espacios de poder, haciéndola parecer como sistema fracasado, lo cual es falso.

En democracia todos los ciudadanos tienen el mismo derecho para expresarse y decidir, pero precisamente es en ese ejercicio real, es decir, en la verdadera participación ciudadana, que radica la posibilidad de que se obtenga lo que mayoritariamente queremos y que evidentemente no tenemos ahora.

Los males que vivimos, no son responsabilidad sólo de gobiernos o instituciones, ya que incluso los gobiernos e instituciones son producto y reflejo de nosotros, la sociedad.

Por ello, el mejor antídoto a la decadencia que padecemos es asumir de una vez por todas, nuestra responsabilidad como sociedad, no sólo con el voto, sino participando de manera más amplia y permanente: trasladando nuestras opiniones del nivel privado al público de manera sustentada; iniciando un diálogo abierto, informado y respetuoso entre las diversas organizaciones de la sociedad civil para lograr primero acuerdos concretos de las necesidades y prioridades de nuestra ciudad, estado y país, y una vez definidas éstas, buscar la atención de las autoridades obligadas a aplicar los recursos de nuestros impuestos, en acciones concretas para el bien común.

Ejemplo de ello podría ser, el diálogo que se requiere en el tema de la reubicación del aeropuerto de Tampico, que de manera sorpresiva se anunció sin explicación lógica en opinión de muchos ciudadanos y especialistas, para que una vez definida una postura, se convoque a las autoridades con la fuerza que sólo puede tener una sociedad que sabe lo que quiere y lo manifiesta.

Es conocida la expresión de Ortega y Gasset (Meditaciones del Quijote) que cae en el marco de estas consideraciones: “Yo soy yo y mis circunstancias, y si no las salvo a ellas, no me salvo yo”.

Salvemos a nuestra comunidad de esta decadencia, somos mayoría y en democracia, las mayorías decidimos.

http://impreso.milenio.com/node/8723147