martes, 26 de octubre de 2010

Y nuestros Diputados Locales, ¿a quién representan?

El actual Congreso del estado de Tamaulipas está integrado por 32 diputados locales electos por los ciudadanos de cada distrito electoral, siendo 19 por votación de mayoría relativa y 13 por representación proporcional, quienes perciben un salario mensual nominal de 73 mil pesos, más otras prestaciones que se cubren, desde luego, de nuestros impuestos.

A ellos les corresponde representarnos en el marco de las atribuciones que les otorga la Constitución Política del estado, legislando, revisando y calificando las cuentas públicas de todos los entes que manejen recursos públicos, aprobando la Ley de Ingresos y Presupuesto de Egresos del Ejecutivo Estatal y gestionando para el bien de cada uno de sus distritos.

La realidad nos hace ver con tristeza, que tal representación en algunos de los temas citados, prácticamente no existe.

A nuestros diputados locales, especialmente los que constituyen una mayoría en el Congreso y que por lo tanto controlan sus determinaciones, primero los vemos en sus campañas en intensos recorridos y en los diversos medios de comunicación haciendo promesas y explicando sus importantes funciones; pero una vez electos, con mucha frecuencia se alejan de los ciudadanos y entonces los vemos reducir esas promesas y deberes, al acompañamiento de alcaldes o funcionarios en eventos de toda índole, inauguraciones, entregas de apoyos, entre otros, y a la votación en bloque con su bancada, sin justificar la mayoría de las veces, el sentido de su voto.

De esta forma, en los hechos, las curules del congreso local sirven de trampolín para promover la imagen de quienes después buscarán alcaldías, diputaciones federales u otros cargos de representación popular y por supuesto, para conservar el apoyo de grupos políticos y proteger todo tipo de intereses partidistas.

Olvidan por completo nuestros diputados, que para representar al pueblo tamaulipeco como es su obligación y para lo cual los ciudadanos contribuimos con nuestros impuestos para el pago de sus dietas, requieren mantenerse en contacto con las diversas organizaciones formales e informales de la sociedad civil, para conocer sus demandas y también rendirles cuentas puntuales de su representación.

Los tamaulipecos no conocemos de la actual legislatura, de forma clara, los avances logrados en materia legislativa; tampoco conocemos cuáles fueron las prioridades y criterios que sirvieron de base para la aprobación del presupuesto estatal, y quizás la parte que más nos duele como ciudadanos, es el cinismo político con que se aprueban en el Congreso local, las cuentas de Ayuntamientos, Comapas y demás entes públicos.

Precisamente hace unos días acabamos de ser testigos de cómo, sin ningún rubor, aprobaron en menos de una hora las cuentas de 287 entes públicos, entre ellos, las de 138 Ayuntamientos correspondientes a ejercicios de 2006 a 2009.

El mensaje que nos quieren mandar a los tamaulipecos es que, en nuestro estado todos los entes públicos manejan con cabal honestidad y transparencia los recursos provenientes de nuestros impuestos, lo que desde luego no corresponde a la realidad que salta a la vista en muchos rincones del estado y que incluso está siendo motivo de innumerables quejas públicas de diversos liderazgos y de la comunidad en general, particularmente en las redes sociales.

La grave crisis que vivimos actualmente, nos debe llevar a los ciudadanos a atender los vicios de nuestro sistema democrático, exigiendo a cada uno de nuestros diputados que cumpla sus obligaciones, vigilando su desempeño, castigando con el voto en contra al partido cuya bancada utiliza las curules para brindar impunidad, o contra aquellos diputados que pretendan nuevos cargos, siendo que durante su gestión guardaron silencio y avalaron de esa forma, irregularidades que los ciudadanos vimos y sufrimos.

Cuando seamos capaces como sociedad de ejercer el poder para premiar o castigar con nuestro voto y para acompañar y vigilar el desempeño de nuestros representantes, entonces el sistema democrático funcionará sin duda, para nuestro bien, para el bien común.

http://impreso.milenio.com/node/8854499

jueves, 14 de octubre de 2010

Democracia en México: ¿Gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo?

No queda claro para la mayoría de los mexicanos, cómo es que viviendo en una república representativa y democrática por mandato de la Constitución Federal promulgada en 1917, se debate frecuentemente, si nuestra democracia es real y sirve al pueblo, si está en un proceso de transición a partir del año 2000, o si es prácticamente, letra muerta.

Este debate cobra fuerza en el marco del otorgamiento del Premio Nobel de Literatura 2010 a Mario Vargas Llosa, quien apenas hace 20 años, definió al sistema hegemónico del PRI como “la dictadura perfecta”.

Hoy, con un IFE ciudadano, con partidos políticos cuestionados y una clase política demeritada a los ojos de un gran sector de la comunidad, con el PRI hegemónico fuera de la Presidencia de la República y con alternancia en algunos estados, nos seguimos preguntando si nuestra democracia funciona y si ha sido útil para los mexicanos.

Ante la falta de una ruta clara al progreso de la sociedad, existe incluso la tentación de volver al régimen recién superado, buscando dejar de lado el desencanto y dudas que nos ha generado nuestra democracia.

Por tratarse de una cuestión medular, propongo reflexionar sobre la democracia mexicana y sus frutos, en dos vertientes:


Democracia Electoral.

Implica en palabras de Abraham Lincoln “el gobierno del pueblo, por el pueblo” y se le reconocen, partiendo del régimen hegemónico del priato, avances y hasta cierto punto, efectividad.

Hoy, los mexicanos votamos, más o menos libremente, en elecciones ciudadanas y los votos se cuentan y deciden.
Pese a ello, en esta materia electoral existen todavía lastres no superados: el abstencionismo, la compra de voluntades, la ausencia de una oferta electoral seria y clara, la violación sistemática de la ley electoral, la falta de transparencia en la procedencia y monto de los gastos de campaña, la violencia electoral, entre otros. Por esto, popularmente se le llama “democracia electorera”.


Democracia en el ejercicio de gobierno o representación popular.

La democracia referida a “el gobierno para el pueblo”, que ejercen en nuestro nombre quienes resultan electos con el voto y que en teoría debería consistir en concretar la voluntad general en acciones de bien común, es en la que encontramos los mayores rezagos e insatisfacciones.

Un alcalde, gobernador, diputado federal, senador e incluso Presidente de la República, una vez que llega a su cargo, lo ejerce en gran medida, olvidando a sus electores: incumpliendo promesas, obedeciendo a intereses personales, partidistas o incluso de poderes fácticos. Se escucha popularmente: “votamos por ellos y luego gobiernan como virreyes”.
Podemos decir que, mientras en la democracia electoral ejercemos nuestra libertad mediante el voto, esa libertad la perdemos en el ejercicio del poder, al no poder controlar a nuestros “representantes”, sintiéndonos por momentos sus rehenes.


¿Cómo hacer para que la democracia funcione mejor y sea apreciada por los ciudadanos?

1.- Impulsando una sociedad libre y sobre todo tolerante de la diversidad; con un estado de derecho eficaz, que promueva la justicia, la igualdad de oportunidades e impida los abusos de poderosos.

2.- Fortaleciendo la presencia de la sociedad civil representada por asociaciones, sindicatos, clubes deportivos, entre otros, que incidan en la toma de decisiones de las autoridades y en la rendición de cuentas, motivando la participación y educación cívica. Ello, posibilita una mayor representación democrática.

3.- Generando un sistema de partidos fuerte, con planteamientos claros en sus programas políticos, que representen y formen opinión pública y recojan demandas ciudadanas para convertirlas en propuestas; todo, en el contexto de una doctrina.

Que promuevan su democracia interna, permitiendo las corrientes críticas al interior para evitar las tentaciones de imposiciones partidistas que desfiguran después, la oferta democrática al ciudadano.

Un sistema con partidos que no cedan ideología y postulados claros, por asegurar el poder, ya que éste es el escenario que propicia el caudillaje y rechazo de los ciudadanos, con los riesgos que ello implica.

4.- Promoviendo el voto libre y la responsabilidad del ciudadano en él, que evite la simple aritmética electoral para acceder al poder y que está asociada con los vicios arriba comentados.

5.- Con medios informativos cercanos a las realidades de las diversas manifestaciones de la comunidad, distinguiéndose entre ellos, los que ahora se ofrecen por medio de “la red” que tienen una vocación natural a esa democracia por su fácil acceso.

No es tarea sencilla, pero sin duda el camino sigue siendo fortalecer la democracia; ésta, la que puede ofrecer resultados al pueblo que la ejerce.

http://impreso.milenio.com/node/8847904