viernes, 29 de abril de 2011

¿Cómo va el caso OPI?

A casi cuatro meses de concluida la administración municipal emanada del PRI que encabezó Oscar Pérez Inguanzo, los tampiqueños no observamos una voluntad clara por parte de las actuales autoridades -estatales y municipales- para que hacer “justicia” respecto de las irregularidades detectadas y reconocidas.

El gobernador del estado ha declarado al respecto, que corresponde al Congreso Local la revisión de las cuentas públicas y es cierto. Sin embargo, sabemos que la Procuraduría de Justicia del Estado que forma parte de la estructura del ejecutivo estatal, tiene competencia para la investigación de los delitos del fuero común como son los de peculado, abuso de confianza, etc., así como la persecución de responsables.

Por su parte en este caso, el Congreso Local ha tenido una actuación a todas luces vergonzosa.

En su momento, la legislatura anterior no fiscalizó debidamente y de manera preventiva el ejercicio de los recursos públicos durante el período 2008-2010 y la Auditoria Superior a cargo entonces de Gerardo Robles Riestra, no realizó un adecuado análisis de dichas cuentas públicas, por lo que con base en sus “dictámenes”, la pasada legislatura las aprobó por mayoría pasando por alto las voces que ya denunciaban los dudosos manejos de los recursos públicos en nuestra ciudad.

La actual legislatura no se ha quedado atrás. Las fracciones del PRI, PANAL y Verde Ecologista que forman una amplia mayoría en el Congreso Local, rechazaron recientemente un punto de acuerdo presentado por el grupo parlamentario de Acción Nacional para que se reabrieran las cuentas públicas de la pasada comuna tampiqueña, argumentando en voz de uno de sus diputados que: “No está bien que nos dejemos llevar por los dimes y diretes de la prensa. No debemos caer en el juego mediático”.

Los legisladores locales dejaron pasar una oportunidad “de oro” para dar muestra de que han escuchado el clamor de justicia de los tampiqueños y, por el contrario, se comportaron como parte del sistema prevaleciente en el estado que parece responder sólo a intereses de grupo.

Apenas hace algunas semanas se conoció la renuncia de Gerardo Robles Riestra como Auditor Superior del Congreso del Estado de Tamaulipas, siendo sustituido por Miguel Salman Álvarez. Dicha renuncia se podría percibir como un mensaje de que el problema de la falta de resultados en este caso, era el Auditor y no la falta de voluntad política y, mucho menos, la complicidad de los distintos poderes y autoridades estatales y municipales.

Ojalá así sea y que a partir de la llegada del nuevo auditor se reabran las cuentas públicas, se realice una verdadera revisión y se presenten las denuncias ante el Ministerio Público que procedan por las irregularidades existentes.

Independientemente de ese buen deseo, debemos reflexionar sobre el hecho de que las cosas no cambian necesariamente con el nombramiento de un nuevo Auditor Superior, en virtud de que aún y cuando se llevara a cabo una revisión seria de las cuentas públicas, en el mejor de los casos lo que se lograría sería llevar el tema a las manos de la Procuraduría de Justicia del gobierno del Estado mediante la presentación de denuncias; es decir, el punto sigue siendo que se requiere de la presentación formal de denuncias sustentadas para que posteriormente puedan aplicarse las penas procedentes.

En el ámbito municipal, hasta donde se sabe, tampoco existe denuncia presentada ante el Ministerio Público por el actual ayuntamiento de Tampico que encabeza Magdalena Peraza Guerra, pese a que la propia edil ha informado ante medios de comunicación que fueron detectadas más de 2 mil irregularidades tan sólo en el proceso de entrega recepción y que cuentan con los elementos de prueba que las sustentan.

Ante la urgente necesidad de recuperar la confianza en las autoridades y en el futuro de nuestra ciudad, los tampiqueños esperamos que ahora sí los Diputados del Congreso Local y el actual Ayuntamiento de Tampico, sin importar las decisiones que han tomado hasta ahora en la esfera de su competencia en este tema (recibir la renuncia al auditor superior y nombrar uno nuevo, hacer declaraciones públicas contradictorias sobre el tema, no reabrir las cuentas ya aprobadas, enviar observaciones sin presentar denuncias) finalmente logren aclarar los malos manejos dados a conocer públicamente a los medios de comunicación e impulsen ante las autoridades competentes un castigo ejemplar para los responsables.

Por lo pronto nos seguiremos preguntando: ¿Harán justicia nuestras autoridades en este caso?

domingo, 17 de abril de 2011

¿México es bipolar?

Los mexicanos vivimos en un país de contrastes.

Por una parte tenemos como nación, una posición geográficamente estratégica en el orbe; contamos con enormes fronteras –tan sólo más de tres mil kilómetros con EUA como economía más grande del mundo- que permiten un importante y permanente intercambio comercial en más de 50 puntos de acceso; disfrutamos de un amplio litoral –11 mil kilómetros- en los océanos Pacífico y Atlántico y un vasto territorio de 2 millones de kilómetros cuadrados, entre otras muchas fortalezas.

También gozamos en México de una envidiable riqueza natural; petróleo; biodiversidad con variados climas, flora, fauna, minerales; un vasto tesoro cultural e histórico con sus expresiones religiosas, gastronómicas, musicales, arqueológicas, y mucho más.

De su población bastaría resaltar que además de que supera los 100 millones de personas, en su mayoría la integra gente joven.

Estas reconocidas fortalezas y un manejo responsable de las finanzas públicas, sobre todo en la última década, entre otras cosas, han permitido lograr una vigorosa macroeconomía que recientemente fue exaltada ante medios de comunicación por la ex tesorera de Estados Unidos, Rosario Marín al expresar que la situación económica en México está mejor que la de aquel vecino país del norte, dando como ejemplo de ello que “a nivel macro, México tiene 5% de tasa de desempleo abierto y en Estados Unidos hay una tasa de desempleo de 10% ….”.

En contraste de todo lo antes expresado, persiste en nuestra patria una enorme desigualdad que genera, al mismo tiempo, muchos de los hombres más ricos del mundo y un amplio sector de mexicanos que sufren de pobreza, no sólo patrimonial, sino también alimentaria.

Adicionalmente en la actualidad, nos aqueja a la inmensa mayoría de los mexicanos, un dramático cambio en nuestra calidad de vida especialmente propiciada por la creciente inseguridad que ha derivado en el paulatino debilitamiento de las instituciones públicas.

Estos cambios positivos y negativos –de contrastes- que experimentamos, demandan de los ciudadanos y de la sociedad toda, un cambio de comportamiento para aprovechar nuestras fortalezas y hacer frente a nuestros problemas, el cual debe tener como razón fundamental lo que conocemos con el término de “responsabilidad social” que implica un compromiso ético de los miembros de la sociedad con el bienestar de la misma, por el sólo hecho de formar parte de ella.

El deber ético que tenemos para con la sociedad, es de efectos totalmente prácticos si consideramos que cada uno de quienes la integramos somos agentes reales de cambio y, nuestra actividad cotidiana, impacta de manera directa o indirecta al entorno que nos rodea.

Por ello, si percibimos la urgente necesidad de mejorar en varios aspectos a nuestro querido México, debemos reflexionar profundamente sobre nuestros deberes y nuestras capacidades y dejar de ocupar el valioso tiempo del que disponemos sólo en el análisis, la crítica o peor aún, en la indiferencia.

Ese cambio propio hacia la responsabilidad social, puede verse reflejado para mejor comprensión, en las siguientes consignas:

Lo que pasa en mi comunidad (pobreza, marginación, desastres naturales, inseguridad, desempleo, etc.) me afecta; por ello, debo pasar del individualismo (preocuparme sólo por mí y por mi bienestar) a la responsabilidad social (buscar soluciones y participar en el bien común).

El dolor ajeno es importante; debo pasar del “sálvese quien pueda” a la “solidaridad”.

El orden y respeto nos beneficia a todos; debo pasar del “agandalle” al respeto de las reglas de convivencia y derechos de los demás.

Las instituciones públicas están creadas para el bien de la sociedad; debo pasar de la apatía cívica a conocer su funcionamiento y exigirles resultados mediante la rendición de cuentas.

El votar sirve para elegir a los representantes que tendrán que trabajar para nuestro beneficio; debo pasar del “voto como fin” en donde ejerzo el voto y termina ahí la democracia, al “voto como medio” o “voto responsable” en donde ejerzo el voto y es ahí donde apenas inicia la representación para darme resultados.

La corrupción es un cáncer que destruye lo que penetra; debo pasar de las conductas deshonestas a la práctica de la honestidad en la vida diaria y a la exigencia del ejercicio honesto del poder público.

La preparación es la base del éxito; debo pasar del “ahí se va”, a la constante formación para ser más eficaz en mi familia, trabajo y como ciudadano de tiempo completo.

Bien lo dijo el periodista y escritor uruguayo Eduardo Galeano: “Somos lo que hacemos, pero somos, principalmente, lo que hacemos para cambiar lo que somos”.

Hoy nos toca a los mexicanos, actuar con responsabilidad social para cambiar el presente y poder entonces, tener un mejor futuro.

¿Lo haremos?

domingo, 10 de abril de 2011

Tiempo de miranos al espejo... (II)

En la actualidad, muchos ciudadanos se preguntan qué se puede hacer para mejorar las cosas en nuestro país y al mismo tiempo, ante el rechazo generalizado que sienten y expresan hacia los partidos políticos y la política formal por la percepción de falta de resultados en temas fundamentales de bien común, actúan “volteándose para otro lado” en asuntos de interés público.

Por ello, en la primera parte de esta colaboración apuntábamos la importancia de mirarnos al espejo y reconocer que no toda la problemática se origina en la corrupción o ineficiencia de gobiernos o partidos, ya que los políticos surgen también de nuestra sociedad.

Allí expuse, basada en un reciente estudio, que el perfil del mexicano de hoy es en realidad muy individualista, dentro de una sociedad fragmentada -sin una visión clara de país- en la que predomina su desconfianza en las instituciones y figuras representativas de nuestra comunidad y que, partiendo del hecho de que los mexicanos consideran como fortalezas de México a su gente y sus recursos naturales y que lo que falta es buen gobierno y unidad, la receta para mejorar parece sencilla: élites que se comprometan y responsabilicen con un buen gobierno y que asuman el reto de mejorar la educación y el uso sustentable de dichos recursos.

Como la realidad nos indica que no hay recetas sencillas, por último lancé la pregunta de ¿cuál sería el plan B de los mexicanos si las élites no dan el paso que se requiere?

Esta pregunta la hice convencida de que será difícil que esas élites, haciendo a un lado sus enormes intereses, cambien las estructuras legales y políticas de este país –que a muchos de ellos han beneficiado- y asuman un verdadero liderazgo transformador que impulse ante quienes gobiernan y ejercen la política formal las acciones que requerimos urgentemente para modernizarnos y crecer.

Si lo que necesita México no es empujado por la vía de la política formal o gubernamental y tampoco por los “liderazgos” de este país, ¿cuáles pueden ser las fórmulas para la sana integración de sociedad y política, ciudadano y gobierno que redunden en la mejoría de nuestras condiciones de vida?

Estoy convencida de que debe ser mediante el fortalecimiento de los ciudadanos y de las organizaciones de la sociedad civil para crear el mejor de los puentes de comunicación e interacción que en democracia deben tener con sus gobiernos: la rendición de cuentas.

La rendición de cuentas favorece el involucramiento directo de los mexicanos en el ejercicio del poder que ahora es rechazado por ineficiencias y corrupciones; nos permite verlo de cerca, conocer lo que realmente pasa en cada tema público de nuestro interés, tener información, elevar nuestros conocimientos cívicos y en resumen, nos compromete a difundir, influir y exigir a quienes nos representan resultados concretos.

La verdadera democracia implica rendición de cuentas: por un lado, la obligación de funcionarios no sólo de informar sobre sus decisiones como actualmente sucede a lo largo y ancho de México –cuando bien nos va- sino de justificarlas en público, es decir, explicar a los ciudadanos, los beneficios que tendrán con ellas y las bases jurídicas, técnicas y sociales que los asisten para tomarlas; y, por otro lado, la capacidad de sancionar a políticos y funcionarios.

La rendición de cuentas es una escuela para los ciudadanos que los lleva poco a poco a superar la apatía, ignorancia, individualismo, a dialogar, a gestionar, a exigir, y todo esto con un incentivo directo: lograr acciones para su bien, evitando los abusos y desviaciones del poder.

Adicionalmente, los acerca a sus representantes, quienes ahora están confortablemente disfrutando de esa ignorancia, apatía, individualismo y rechazo de los ciudadanos, permitiéndoles actuar en total impunidad.
La rendición de cuentas aún tiene bases precarias en nuestro país, pero su ejercicio por parte de los ciudadanos, por sí mismo, la llevará al camino del fortalecimiento legal e institucional.

México es de todos los mexicanos, aunque algunos quieren que aceptemos que nos es así y nos rindamos; México sí es un país privilegiado y rico en recursos naturales y culturales; México tiene a muchos de los hombres más ricos del mundo, pero carece en esas élites de verdaderos líderes; México es una democracia todavía en desarrollo que viene de una cultura de muchos años de autoritarismo, corrupción y complicidades y que además, ha heredado las estructuras y comportamientos que lo permitieron; México tendrá un mejor futuro si persistimos en romper esas estructuras y avanzamos hacia una democracia no sólo electoral, sino eficiente en lo gubernamental e institucional, con ciudadanos despiertos y participativos, de tiempo completo.

Para ello, el mejor camino, la mejor escuela, el mejor puente -cuyos cimientos ya existen en nuestro país- es la rendición de cuentas.

domingo, 3 de abril de 2011

Tiempo de Mirarnos al espejo.....(I)

No está a discusión el actual descrédito de los partidos políticos. En prácticamente todas las encuestas recientes, ocupan el último escalón cuando se pregunta a la población sobre confianza de las instituciones.

Las razones de cómo llegaron a tan bajos niveles de credibilidad son de todos conocidas y han ido generando en el ciudadano, no sólo un desencanto –esa etapa ya pasó antes- sino ahora un rechazo espontáneo y contundente a los políticos y lo que los rodea, es decir, a los partidos, gobiernos y asuntos públicos.

No obstante ello, estoy convencida de que la actitud –explicable- de los ciudadanos de “voltearse para otro lado” no abonará en nada a las soluciones que requiere nuestro país, por el contrario, las retrasará.

Mirarnos al espejo como mexicanos, resulta de total relevancia ante esta crisis social y política, si sabemos, como lo es, que los políticos, los gobernantes y funcionarios que forman el “sistema corrupto” que rechazamos, no llegan de Marte, sino que surgen de nuestra sociedad y se forman en ella y que en democracia las mayorías deciden no sólo con su voto, sino con variadas expresiones y formas.

Por ello, aprovecho este espacio para retomar la valiosa información que nos ha brindado un proyecto emprendido por Nexos a finales de 2010, cuyos resultados fueron publicados en febrero pasado (https://www.nexos.com.mx/?P=leerarticulov2print&Article=2047019)y que con ella podamos mirarnos al espejo y revisar si el modelo de mexicano de hoy, concuerda con el que requiere el país de nuestras aspiraciones, el México moderno, competitivo y justo con el que soñamos.

Los datos más relevantes del citado estudio, expuestos por razón de espacio, de forma sintetizada son:

1. Los mexicanos en una abrumadora mayoría, son individualistas: creen en sí mismos más que en su país. No tienen una aspiración común que redunde en la unidad nacional. Se apuesta al propio esfuerzo y a la familia reflejando con ello desconfianza a la clase gobernante a quien se percibe con resentimiento por creerse en un país rico del cual no se ha recibido lo suficiente. A este perfil se ha llamado “liberal salvaje”, que refleja al ciudadano cuyo fin es su bienestar personal y familiar; que resuelve su vida por los medios a su alcance, perjudiquen éstos o no a su comunidad o nación.

2. La sociedad refleja una pluralidad (o fragmentación) que se agrupó en 5 categorías: a) 30% Nostálgicos tradicionalistas, conformados por personas de estratos económicos bajos, en su mayoría de más de 50 años, que piensan que el pasado fue mejor; b) 25% Soñadores sin país, integrados por jóvenes de clase media que confían en el mexicano triunfador, pero creen que el país carece de rumbo; c) 20% Pesimistas indolentes, formados por miembros de estratos económicos altos y media, de polos urbanos, que se interesan por los asuntos públicos, que creen que el país va por mal camino, lejos del país deseable y consideran a los valores educativos como principal mecanismo de la movilidad social; d) 16% Optimistas sobre el futuro, formada por clases populares, que considera que el país tiene rumbo y que está mejor que antes; e) 9% Nacionalistas inconformes, formados por jóvenes de clases populares que representan el sector más crítico con las instituciones y situación del país.

3. Reflejando esa fragmentación, los mexicanos aparecen divididos en sus percepciones pesimista y optimista del país: Ven a un país que está en movimiento, pero lejos del México soñado; un país rico pero que no ha sido generoso con su población a la que no le ha tocado nada de la riqueza del país; un país que les ha quedado a deber y que va por mal camino, contra la afirmación de que su situación en el año 2010 es mejor que la que tenían 10 años antes.

4. México es una sociedad que vive la desconfianza, especialmente en partidos políticos, legisladores, policías, periodistas, banqueros, actores, jueces, empresarios, presidentes, soldados que no superan en ningún caso porcentajes de un dígito. Quienes aparecen mejor calificados son figuras como la del maestro, médico o ministro de culto.

El estudio finaliza señalando que si los mexicanos consideran como fortalezas de México a su gente y sus recursos naturales y lo que falta es buen gobierno, unión, responsabilidad y compromiso, la receta para mejorar parece sencilla: élites que se comprometan y responsabilicen con un buen gobierno y que asuman el reto de mejorar la educación y el uso sustentable de dichos recursos.

Y por último cuestiona cómo hacer que las élites se comprometan si gran parte de ellas pertenecen a la categoría de los pesimistas indolentes. Yo agregaría, ¿cuál sería el plan B de los mexicanos si las élites no dan el paso que se requiere?

Por ello, en la segunda parte de esta colaboración propondremos fórmulas para la integración de sociedad y política, ciudadano y gobierno.